viernes, 23 de marzo de 2012

Daniel Hernandez VERDENOCHE

Daniel Hernandez 
VERDENOCHE


Fecha: Del domingo Del 25 de marzo 
al domingo 29 de abril de 2012
Hora: 11:00 A.M.
Lugar: Museo de Arte Contemporáneo, Sala 7




Curaduría: Luis Velázquez

La exposición consta de 8 obras. (5 instalaciones pictóricas y 3 pinturas de bastidor)




VERDENOCHE. Paisajes de Daniel Hernández
La naturaleza desde su interior, liberada de la descripción objetiva de la realidad, es el principio que define la propuesta plástica de Daniel Hernández. Un esquema conceptual que deriva de entender el espacio natural como objeto de placer estético, de mirar y pensar la naturaleza. Bajo este enfoque, el artista se aleja de la retórica representativa para ofrecer una serie de visiones sintéticas, producto de sus recorridos y experiencias por los parques nacionales Henri Pittier, Ávila y Canaima; entornos donde establece contacto directo con la materia y la energía propias del mundo animal y vegetal, el agua, los minerales, la atmósfera. Hernández reflexiona sobre los procesos y dinámicas de estos elementos, y como si de un científico se tratara, observa, clasifica, secciona, detalla y analiza propiedades y comportamientos para reinterpretarlos en el campo de la creación artística. Desde esta perspectiva, la naturaleza es fragmentada a manera de «cita», y reforzada con la noción de «sinestesia» en todos los órdenes, con referencias a sonidos, luces, temperaturas, colores y texturas. 





El respeto a estos principios lo lleva a plantear una suerte de abstracción donde los latidos de la madre natura —cauces fluviales, formación de raíces, polen y esporas, por ejemplo— guían el ritmo de las composiciones plásticas; situaciones traducidas en entidades seriadas —filamentos, grumos, motas— que se prolongan en el espacio de modo indeterminado con cierto aspecto aleatorio y sentido de «independencia». Así, la niebla, el aire, el agua o la luz aparecen como construcciones evocadoras de paisajes rescatados de la memoria, caracterizados por la expresión del gesto y la fuerza de los elementos matéricos. En algunos casos, no obstante, Daniel Hernández introduce planos seccionales que potencian la geometría de las líneas en contra de la gestualidad imperante. La condición bifásica de las pinturas, con cualidades traslúcidas de soporte, invitan a penetrar sus entrañas para descubrir una urdimbre de sombras y manchas, brillos y opacidades, contrastes y similitudes que describen bifurcaciones azarosas, provocadoras yuxtaposiciones y sucesiones ordenadas que rigen los senderos sinuosos de la noche. 




El nivel de abstracción también está determinado por la ausencia de color. El artista trabaja en función de la supuesta «neutralidad» del blanco y el negro para explotar todas sus escalas valorativas. En esta ocasión, los estudios sobre el paisaje nocturno acentúan y justifican la paleta de grises y negros que cubren las distintas superficies. Estas aplicaciones configuran un espacio de apariencia monocroma pero que, visto en detalle, revela un universo de gradaciones donde abunda la mixtura de tintas y materiales que enriquecen el plano de la representación plástica. Una práctica que, dentro de su estructura formal, encuentra en la abstracción radical y profunda del Cuadrado negro sobre fondo blanco de Kassimir Malevich, el vacío oscuro e infinito de la Rothko Chapel en Houston, la racionalidad y el rigor reduccionista de las Pinturas negras de Ad Reinhardt y el modelo austero e informal de las Pinturas negras de alquitrán de Bernar Venet, los antecedentes más próximos y las conexiones pertinentes para inscribir el imaginario de la noche propuesto por Daniel Hernández.





Partiendo de estos hechos podemos señalar que este trabajo es la suma del pensamiento racional, los sentimientos y las emociones que brinda la naturaleza como fuente visual y discursiva. Una fórmula demostrada a partir de la esquematización de las composiciones y la simplificación de las formas —eliminando todo excedente en la imagen, influencia confesa de los planteamientos sobre el paisaje de Egon Schiele— y la expresividad del gesto, manifestaciones a las que se añaden los análisis interpretativos y, por supuesto, la sensibilidad del autor para lograr su transformación en obra de arte, aspectos que resumen la estética de su lenguaje plástico.





Daniel Hernández es un «artista viajero» con todas sus letras, heredero de una tradición inveterada que inician los románticos europeos desde finales del siglo XVIII —con episodios importantes en Venezuela después de la llegada de Alejandro von Humboldt y Aimé Bonpland (1799)—, pero adecuado a las condiciones y propósitos plásticos de los nuevos tiempos. La relación arte-naturaleza le permite desarrollar una cultura ecológica en defensa y protección del ambiente, además de un amplio conocimiento sobre las especies vegetales, aves e insectos presentes en la geografía del país. En este sentido actúa como un auténtico expedicionario en cuanto al registro de imágenes y datos de interés que nutren sus procesos creativos con escritos, bocetos y fotografías surgidos a partir de sus exploraciones. Estas anotaciones y algunas obras referenciales sobre el tema inspiran sus primeros «libros objeto», una idea que ha evolucionado de manera progresiva para redimensionarse y alcanzar las creaciones actuales donde amplía el campo visual y diversifica formas y contenidos.





Verdenoche es parte del resultado de estas investigaciones. Un trabajo que integra varios elementos en una gran instalación basada en los escenarios mágicos de la nocturnidad del bosque tropical. Dibujo, escultura, pintura y collage actúan como partes de un todo que se contraponen y dialogan en el espacio; un área invadida por tenues e inquietantes atmósferas producidas a raíz de los tamices aéreos, de efectos escenográficos, que modifican la visión del espectador y subjetivan aún más la «realidad» presentada por el artista. Una versión de la naturaleza en la que el verde se vuelve noche, sombra profunda, fosca e impenetrable, con capacidad para retener todas las luces y colores hasta convertirlos en poesía visual.
Luis Velázquez
Caracas, marzo de 2012




Daniel Hernández nace en Maracay, estado Aragua, en 1977. Egresa como Técnico Medio, Mención Artes Gráficas, de la Escuela de Artes Visuales Rafael Monasterios de su ciudad natal (1998) y como Licenciado en Artes, Mención Pintura, del Instituto de Estudios Superiores de Artes Plásticas Armando Reverón, Caracas (2007). Se desempeña como museógrafo, diseñador gráfico e industrial, asesor técnico y museológico de distintas instituciones culturales y también de colecciones públicas y privadas en Venezuela.
Ha participado en varias exposiciones individuales y colectivas en Venezuela, Alemania, Argentina y España entre las que merece destacar: URRA Residencia de Artistas, primera edición, Buenos Aires (2010); XXXIV Salón Nacional de Arte Aragua, Maracay (2009); V Bienal de Maracaibo, Maracaibo, estado Zulia (2009); Jenseits de Visuellen, Hamburgo, Alemania (2007); VII Salón de Jóvenes Artistas Pirelli, Caracas (2007); X Salón Municipal Juan Lovera, Caracas (2007); XXXII Salón Nacional de Arte Aragua, Maracay, estado Aragua (2007); Primer Salón Telcel Jóvenes Creadores, Caracas (2000); Fitografías. Obras de Daniel Hernández, Espacio expositivo La Guayaba verde, Caracas (2011).
Ha recibido varios premios y reconocimientos entre los que se destacan: Premio Artista Joven Menor de Treinta y Cinco Años, XXXII Salón Nacional de Arte Aragua, Maracay, estado Aragua (2007); Segundo Premio, VII Salón de Jóvenes Artistas Pirelli, Caracas (2007); Mención de Honor en la categoría Artista joven del año, Asociación Venezolana de Artistas Plásticos (2002); Primer Premio, Salón Telcel Jóvenes Creadores, Caracas (2000); Primer Premio, Mención Pintura, Salón estudiantil 1995-96, Escuela Rafael Monasterios, Maracay, estado Aragua (1996). 


Agradecemos a Daniel Hernández por el envío de la invitación

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